In memoriam

A continuación reunimos los anuncios y obituarios que hemos publicado con ocasión del fallecimiento de miembros de la Asociación.

David Branding y la nación existente

David Brading, historiador de la Universidad de Cambridge, con una vasta y brillante obra sobre México, acaba de fallecer. En esta época de parcelación de la disciplina histórica, tanto a nivel de enfoques analíticos como periodizaciones cortas, la obra de Brading contrasta por su capacidad de desplazamiento entre el México antiguo y el contemporáneo y por su articulación de muchas perspectivas: desde la historia económica hasta la cultural.

Algunos de sus primeros libros, escritos durante su experiencia americana, en Berkeley y Yale, como Mineros y comerciantes en el México borbónico (1971) y Haciendas y ranchos en el Bajío mexicano (1973), cuyo esbozo inicial apareció como artículo en la revista Historia Mexicana, de El Colegio de México, no sólo fueron muestras representativas de historia económica y social sino de una comprensión de la realidad mexicana desde el peso de las regiones.
Lo mismo podría decirse de sus estudios sobre el obispado de Michoacán durante el periodo borbónico, que desembocaron en el volumen Una iglesia asediada (1996), editado, como tantos otros de sus libros, en el Fondo de
Cultura Económica. Historia regional fue, también, Caudillos y campesinos en la Revolución mexicana (1985), donde el historiador británico se movió con soltura entre el Morelos de Zapata y la frontera de los caudillos sonorenses.

El flanco de historia cultural de la obra de Brading -Los orígenes del nacionalismo mexicano (1973), Mito y profecía en la historia de México (1988), Orbe indiano (1991), La virgen de Guadalupe (2002)…- fue, tal vez, el mejor editado pero también el más debatido. Una de sus ideas rectoras es que existe una continuidad prolongada entre el patriotismo criollo de la Nueva España, el republicanismo y el liberalismo del siglo XIX y la Revolución de principios del siglo XX.

La tesis, anunciada en Los orígenes del nacionalismo y años después más trabajada en Orbe indiano, aunque a través de una contraposición con el Perú, nació, según Brading, de su lectura de la Historia de la Revolución de la Nueva España, antiguamente llamada Anáhuac (1813) de Fray Servando Teresa de Mier. En ese texto, que tanto inquietó a Simón Bolívar, se mezclaban el guadalupanismo, el culto a Quetzalcóatl y la idea de la independencia como recuperación de una soberanía perdida con la conquista española.

La nueva historiografía crítica de los nacionalismos ha puesto en tela de juicio esa visión. Lo que nunca podrá reprochársele a Brading es la elocuencia con la que la expuso, a través de lecturas novedosas de Las Casas, de la Monarquía indiana de Torquemada y los tratados de jesuitas expulsos del siglo XVIII como Alegre y Clavijero. Su demostración de que aquella creencia en una nación preexistente era más vieja que el Plan de Iguala sigue siendo válida, aunque la misma fuese tan manipulada por la historia oficial del liberalismo en el siglo XIX y del nacionalismo revolucionario en el XX.

Rafael Rojas en La Razón de México, 24/04/2024

José Carlos Chiaramonte y su legado ejemplar

Recientemente fallecido, el reconocido académico renovó el estudio de la historia desde el Instituto Ravignani

El gran historiador, José Carlos Chiaramonte, falleció el viernes 1 de marzo. En estos días muchas son las facetas que señalaron, con emoción, varias publicaciones respecto a su larga y prolífica actividad en el campo de la investigación histórica, la formación de historiadores, la enseñanza y sus intervenciones en la esfera pública. En esta rememoración me gustaría centrarme en otro aspecto fundamental de su labor: la gestión de la investigación dentro de un ámbito público.

En el contexto de la renovación del campo de la historia argentina que abrió el regreso de la democracia y la refundación de las instituciones universitarias en 1984, José Carlos Chiaramonte fue nombrado Director del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” con sede en la Facultad de Filosofía y Letras. En ese cargo se desempeñó entre 1986 y 2012. Allí lo conocí, en 1986, cuando iniciaba mi vida profesional en Argentina con lugar de trabajo en el mismo Instituto. En el inicio de su gestión Chiaramonte me invitó a acompañarlo en la secretaría académica del Instituto. Su dirección constituyó una verdadera refundación de una institución de larga trayectoria en el campo de la investigación histórica, pero que en esas fechas se encontraba en estado de abandono y con muy pocos recursos.

Bajo su dirección se llevó a cabo un amplio conjunto de nuevos objetivos muy sustanciales para la dinámica de la investigación del Instituto, con el sostenido incremento del número de investigadores y de áreas de trabajo que darían lugar a la conformación de los programas y seminarios de investigación y posteriormente a de los grupos de trabajo. De aquella época se destacó, en particular, la vivacidad, el entusiasmo y la amplitud de los encuentros académicos en el Instituto, la creación de nuevos servicios a la investigación y el surgimiento de novedosos problemas historiográficos.

Al respecto, Chiaramonte recordaba que sus prioridades se iban a centrar en tres objetivos: “investigar, enseñar a investigar y reconstruir los servicios de apoyo a la investigación, comenzando por la biblioteca”. La valiosa biblioteca del Instituto, cuya visita anhelan hoy los colegas del país y del exterior, pudo comenzar a revivir bajo su gestión. También puso en marcha el Proyecto Patrimonio Histórico de digitalización, el reordenamiento de los archivos del Instituto y el relanzamiento de la revista emblemática del mismo, iniciando la tercera serie del Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani1, así como la creación de la serie de los Cuadernos del Instituto Ravignani.

En el año 2007, y gracias a su iniciativa, el Instituto fue declarado “Instituto de la Universidad de Buenos Aires”. Más tarde, en noviembre de 2011, el Instituto se convirtió, también por iniciativa de Chiaramonte, en Unidad Ejecutora de doble dependencia UBA-CONICET. Esta virtuosa asociación iba a ofrecer en los años futuros bases más sólidas para el funcionamiento y crecimiento de la institución. Junto con ello, es decir, con su comprometida y reflexiva tarea de gestión, Chiaramonte nos invitaba a reflexionar sobre la disciplina histórica y a no abandonar la siguiente pregunta: “¿Cuál es el sentido que otorgamos a nuestra labor de historiadores?”

Las respuestas además de desarrollarlas en libros, artículos académicos y notas de prensa, las volcó en un programa de investigación (El Programa de Historia Argentina Siglo XIX) que cobró también forma institucional. Desde allí, consideraba Chiaramonte, que se podía difundir el conocimiento histórico a las distintas instancias de la enseñanza universitaria (cátedras, seminarios de grado y postgrado) en el ámbito de la facultad y estimular la publicación y difusión de sus resultados en revistas, libros y medios de difusión masivos.  Por todo esto, rendimos nuestro homenaje póstumo a José Carlos Chiaramonte, por haber sentado las bases para que el Instituto Ravignani constituya hoy un centro de excelencia consolidado en la investigación en historia argentina y americana, y un lugar de referencia internacional para los estudiosos de la Historia de América Latina.

Noemí Goldman

Profesora titular de Historia Argentina en la UBA, investigadora principal de Conicet y directora del Instituto Ravignani

(Publicado el 9 de marzo en el suplemento Ideas de La Nación)

Agradecemos especialmente a La Nación por su autorización a reproducir el texto en nuestra web


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