In memoriam: Juan Marchena


El otoño dejó caer una hoja

El otoño dejó caer una hoja que, aún en plenitud, fue arrancada por el viento, intempestivo e implacable: un infarto nos arrebató al historiador y amigo Juan Marchena (1954-2022). Juan murió súbitamente, este octubre, dejando una saga de afectos, realizaciones, obra historiográfica, un incansable empeño por hacer de la enseñanza y la comunidad de conocimiento histórico el impulso de sus iniciativas académicas e institucionales.

Juan es un ícono del historiador americanista que vivió y combatió por la renovación del (latino)americanismo historiográfico: en el ocaso del franquismo, se graduó en 1977 en la Universidad de Sevilla, en la especialidad de Historia de América y, dos años más tarde, se doctoró en ella con premios extraordinarios en ambas graduaciones. Durante dos décadas enseñó en la Universidad de Sevilla, conociendo las mieles y hieles de la vida académica, que dejó para asentarse en la Universidad Pablo de Olavide.

Su incansable gestión para propiciar el diálogo entre los historiadores americanos y los (latino)americanistas españoles dio frutos en innovadores proyectos en la Universidad de La Rábida, la Universidad Internacional de Andalucía y otras tantas iniciativas que fueron derrotero y puerto de generaciones de profesionales de la historia moderna, vista desde América. Y es que Juan apostaba por construir una historia compartida y debatida, lejos de la heráldica y la épica neocolonial, sino críticamente comprometida con el conocimiento que ardiera en debates, encendiera nuevos temas y propiciara la ruptura de paradigmas inscritos en tradiciones hispanistas y americanistas con humor a naftalina. Siempre provocador, sus conferencias y textos palpitaban de polémica, de incisiva provocación para leer el doblez de la historia y practicar una retórica crítica, con humor y perspicacia.

Marchena creía en la amistad como cemento de la cultura, como bálsamo de las más agrias polémicas, a la vez que mantenía el rigor y la generosidad intelectual para provocar la reflexión. Un itinerante del conocimiento, recorrió América, África y Europa: su voluntad de combatir los discursos nacionalistas y la fragmentación del conocimiento del pasado, lo llevaron a sembrar programas de formación en los tres continentes. Su más reciente iniciativa, en compañía de Nayibe Gutiérrez, “Un continente, miradas comparadas”, daba continuidad a décadas de búsqueda de la polifonía historiográfica sobre el pasado, siempre inscrito en el presente y debatiendo horizontes de futuro.

Hoy ya no está, así de súbito, pero lo que ha dejado en nosotros es lo que hace su permanencia, como nos ha recordado su amigo Justo Cuño, trayendo a García Lorca para recordar en los ecos de la Casa de Bernarda Alba, lo que quizá Juan nos habría dicho:

“Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! ¡A callar he dicho! ¡Las lágrimas cuando estés sola! Nos hundiremos todas en un mar de luto. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!” (Telón).

Antonio Ibarra
Universidad Nacional Autónoma de México
ibarrara@unam.mx